La directora del Fondo Monetario Internacional visitó nuestro país. Pudo ser una visita muy importante y fructífera, pero, lamentablemente, pasó desapercibida.
Christine Lagarde, la visitante en mención, de nacionalidad francesa, se reunió con el presidente Ollanta Humala y, seguidamente, con el ministro de Economía Luis Miguel Castilla. Tras finalizar su jornada, brindó una conferencia de prensa en la que felicitó a nuestra nación por su seria política económica y por su política de inclusión social.
Esta “honra”, “halago” o “diagnóstico agradable” que ha hecho de nuestro país no puede dejar de parecer el resultado de una actitud mesurada y apacible de quienes sólo dicen algo sencillo y agradable para pasar desapercibidos y no generar críticas ni molestias en sus anfitriones.
Resulta que mientras Lagarde elogiaba nuestra seriedad y orden nacional, miles de personas en Cajamarca se organizaban para protestar en contra de un multimillonario proyecto minero, haciendo peligrar la vida de decenas de civiles y policías. Da la casualidad que mientras la eminencia de economía mundial nos acariciaba con palabras, más de 200 conflictos sociales en nuestro territorio nacional se generan por –precisamente- tener mayores inversores. Qué raro que nos hayan felicitado por la inclusión social si la Ley de Consulta Previa aún no ha sido reglamentada y las concesiones petroleras –desde el gobierno de García- se han negociado bajo la mesa sin importar las reacciones de los pueblos indígenas.
Definitivamente, el más contento con las palabras de Lagarde ha sido Humala, pues entre tanto descontento popular y “traiciones” en su contra, ya le tocaba un poco de consuelo. Pero como sociedad hemos perdido la oportunidad de recibir críticas constructivas para enrumbar nuestro crecimiento económico por un sendero de respete a nuestros pueblos y al medio ambiente.
Christine Lagarde pecó de buena gente: o quiso pasar inadvertida o, simplemente, nos hizo una visita a ciegas.
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