Según sus recientes declaraciones sobre el proyecto minero Conga, el presidente Ollanta Humala pretende hacer lo que ningún gobierno ha hecho, podido ni querido hacer. Sin ánimo de ser pesimistas en su intento y aparente buena intención, su anuncio de buscar “el agua y el oro” busca reconciliar lo irreconciliable. Los intereses de ambas partes en este nada nuevo lío minero tienen fuertes intereses que defender, por lo que tratar de buscar un consenso podría significarle al gobierno un conflicto más grande que el ocurrido en Puno el año pasado si es que no se realiza con la madurez política y el liderazgo necesarios.
Lastimosamente, el presidente no da aún las señas necesarias para identificarlo como la verdadera cabeza de su propio gobierno. La omisión que se sus “recomendaciones” hace el vicepresidente Omar Chehade y las especulaciones sobre el supuesto papel preponderante que estaría jugando la Primera Dama en el Ejecutivo, entre otros casos, le quitan al presidente la imagen que ante los peruanos debe tener: la de un líder político. Si el panorama político sigue así, la misma imagen se trasladará a cualquier escenario conflictivo que se pretenda solucionar, en este caso, el del proyecto Conga.
Ollanta Humala tiene otro punto en contra: su discurso preelectoral. En sus propios mítines ofreció una defensa abierta para el agro y las fuentes de agua, las imágenes han sido traídas a la memoria por la prensa que, en su “afán” de informar, aboga de manera implícita por los intereses de Yanacocha. Aún así, hay algo muy cierto en la reciente presentación de Humala: sin dinero no puede haber ninguna “gran transformación”. He aquí la primera gran tarea-bomba-de-tiempo heredada de Alan García, en cuyo gobierno se aprobó el Estudio de Impacto Ambiental del proyecto Conga no obstante la frontal negativa de los cajamarquinos.
Lo que se debe evitar, entre otras cosas, es el nacimiento de nuevos émulos de Walter Aduviri que usen el caso como un trampolín político y mediático. Por otra parte, el gobierno debe entender que no se trata sólo de dialogar con la población de Cajamarca, sino también de terminar con el paraíso extractivo que para las transnacionales es nuestro país. Nueva reglamentación minera ahora, aunque sepamos que no la ley no es retroactiva y Yanacocha ya tiene un contrato firmado. Esta papa caliente ya está en manos del gobierno.
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