18 de agosto de 2009

Un final para nueve décadas de historia.

Con casi 90 años de existencia, el partido aprista peruano debería estar consolidado como el mejor partido político del Perú, como la mejor opción para evitar la debacle o como la estirpe de políticos dotados de una magistral técnica de gobierno; sin embargo, toda aquella trascendencia –que se debe aceptar como histórica- sólo le ha servido para ganar la desconfianza y el descontento por parte de la población, incluso de aquel sector que, en algún momento, le expresó su completa devoción.


No ha sido pura coincidencia que en sus tres primeros años de gobierno, los gabinetes ministeriales (cada uno en su momento) hayan tenido que ser vilipendiados de la manera más vergonzosa posible. Unos petroaudios nos recordaron que el aprista no va a cambiar esa conducta corrupta que mostró con tanta vanidad durante la segunda mitad de la década de los ochenta; así como un Baguazo nos demostró la falta de planificación, el oportunismo y la carencia de liderazgo que tiene el partido al que se le dio una segunda oportunidad para gobernar al país.

Si el Sr. Presidente creyó que con un florido mensaje a la nación y con la promulgación de algunas medidas populacheras iba a comenzar con el pie derecho su cuarto año de mandato, pues se equivocó, porque la irregularidades en su gestión (la cuarta lista de ceses colectivos; el penal de la selva que, según él, se está construyendo; los resientes atentados terroristas; el fracaso de Forsur; etc.) y su ineficiencia administrativa han primado en la mente de las personas.

¿Quién está contento con éste gobierno?
La respuesta no es difícil de imaginar. Ante todo ello, también surge una interrogante: ¿qué pasará con esta histórica trayectoria del partido aprista: terminará o no? Recuerde, Sr. García, que la constitución no le permite la reelección inmediata (aunque me parece que este argumento subestima su actitud autoritaria). ¿Existirá candidato aprista competente en las próximas elecciones?

Quizá Willie Colon tuvo razón: Todo tiene su final. Nada dura para siempre.

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