¡El fútbol, quién más! Olvidémonos por un momento de las interpelaciones ministeriales en el Congreso, de los niños muertos en Cajamarca y de que el presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, haya declarado que en los próximos dos años estaremos caminando “al borde del abismo” en materia económica. Qué importa todo esto si mañana tenemos fútbol, si nuevamente se pondrá la esperanza del país en los pies de once personas que, por lo que recuerdo, le han dado a la afición más expectativas y sinsabores que una verdadera sensación de triunfo. Hoy y mañana todos somos blanquirrojos aunque eventualmente no se obtenga el triunfo y pasado mañana la prensa deportiva haga escarnio de se pudo hacer y no se hizo con el balón y con el sueño de un pueblo. Aclaremos, no me incluyo en dicho sueño ya que soy un desapasionado del fútbol pero comprendo - o al menos trato- y respeto a quienes profesan el balompié como religión.
En fin, “las medidas de seguridad está dadas para garantizar el correcto desarrollo del espectáculo” dijo por ahí alguna autoridad, ¿qué más necesitamos? Claro, no dijo eso ni mucho menos lo puso en práctica en el último clásico U-Alianza ni en ningún otro que se haya jugado antes. Y aunque se diga en el futuro, no será verdad; no lo podrá ser mientras el deporte local sea gobernado por organizaciones con fines de lucro, entre otros fines como el de apedrear y saquear sin motivo razonable. ¡Pero no nos desviemos! No estamos hablando de equipos sectorizados sino del equipo de todos… olvidémonos de Walter Oyarce. Mañana todos somos Estadio Nacional, reventa, sintonía televisiva con publicidad invasiva y full-vaso, mañana todos somos Perú.
¿Qué importa ganar o perder si en el próximo partido volverá a ocurrir lo mismo, si los deportes que sí traen laureles al Perú seguirán mendigando apoyo mientras que se hunden en la oscuridad que para ellos puede representar la indiferencia mediática? Hasta este punto muchos me pueden decir -y me dicen- que no tengo mayor voto en este tema por mi desapego a esta disciplina. Discrepo, me adjudico todo el derecho del mundo, el derecho de un ciudadano que deplora el letargo en el que su país queda sumido antes, durante y después de un partido de esta magnitud. Ganen o pierdan, ganemos o perdamos, nada cambia.
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