29 de septiembre de 2011

Fútbol vs. sensatez: el verdadero clásico


Nunca he sido aficionado al fútbol y la última vez que recuerdo haberme identificado con un equipo local fue cuando era todavía un estudiante de primaria. Este alejamiento voluntario de la simpatía por este deporte que mueve masas y millones de soles en nuestro país me permite reflexionar sobre la trágica muerte de un hincha del equipo Alianza Lima sin mayores apasionamientos cremas o blanquiazules. No es un caso que debiera sorprender a la colectividad, los ataques entre delincuentes sin mayor justificación que la de expresar -si cabe el término- su adhesión a un equipo de fútbol se han vuelto parte de la cotidianidad. Claro, en este caso específico no hablamos de “ataques entre delincuentes” ya que el joven Walter Oyarce, brutalmente asesinado, forma parte de ese gran grupo de víctimas anónimas que murieron a manos de desadaptados que, como decimos, encuentran así su formas de decir que son de Universitario, Alianza Lima o cualquier otro equipo de fútbol.


Pasó con el caso de la joven Paola Vargas hace ya dos años, y como en aquel entonces, las máximas autoridades de la Policía Nacional y el Ministerio del Interior anunciaron las máximas normas de seguridad para evitar que sucedan casos similares. De esas solemnes conferencias de prensa solo queda el recuerdo. ¿Y qué fue del empadronamiento, del resguardo policial, de la colaboración de los clubes deportivos? Nada. Y nada es lo que pasará en adelante porque ni la muerte de este hincha aliancista puede anteponerse al afán de lucro de los dirigentes deportivos que, por cierto, financian a estas hordas de vándalos. No se trata de minimizar absurda y lamentable muerte de Oyarce sino de notar que no es la primera vez que ocurre un hecho así y, lo peor, no será la última.


No sé si es porque no comparto el gusto por el fútbol que ostenta el grueso del público peruano pero me parece simplemente incomprensible cuán tribales pueden volverse estos grupos humanos en nombre de un color o una camiseta. Incomprensible y hasta estúpido, con las disculpas de los aficionados al fútbol que puedan estar leyendo esta columna. Oigo en sus cánticos la estolidez al extremo de quien necesita a gritos algo en qué creer para no sentir que su vida es un triste estadio vacío, vacío como espero sinceramente que quede el presente campeonato local de fútbol. Si esta situación de violencia injustificada no va a cambiar, al menos con la cancelación del presente campeonato este caso será recordado por la gente y quizá por las autoridades. Quizá sólo para recordar y maldecir que en el 2011 no hubo fútbol en el Perú, pero al menos será recordado.

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