El nuevo escándalo que remese la política nacional es, sin lugar a dudas, la publicación del libro del cabecilla senderista, y responsable principal del mayor derramamiento de sangre en la historia del Perú, Abimael Guzmán Reynoso.
El Ministro de Justicia no dudó un instante en salir a denunciar la apología contra el terrorismo que, él argumenta, se encuentra en el texto; sin embargo, esta súbita aparición la realizó DESPUÉS de que el libro ya había sido presentado en una conferencia de prensa por los abogados de Guzmán.
Claro que esta publicidad “gratuita” hizo, literalmente, el libro volara de las tiendas y que hasta los piratas hicieran hecho su agosto con la publicación. Empero, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que el gobierno está teniendo un doble discurso sobre el tema.
Debemos recordar que no es la primera vez que un preso escribe un libro [Polay, Montesinos y Feliciano ya lo han hecho], así que el ministro no puede argumentar haber sido sorprendido [porque además de ministro es abogado].
Lo que parece es que el Gobierno se ha hecho de la vista gorda durante el proceso de producción del libro y luego, una vez publicado, ha saltado con el dedo acusador queriendo que la población recuerde la desgracia en las que nos sumió el terrorismo en los años 80s y 90s. Todo esto para encontrar mayor legitimidad en la implantación de ciertas acciones en el VRAE [hoy, el principal escenario de la lucha contra el terror], acusar a las ONG pro derechos humanos y difundir la idea que sólo una línea “dura” [entendida como “no importa que matemos 50, si hay un terrorista bien vale la pena”] derrotará a la subversión; cosa que beneficiaría, en las próximas elecciones, a sus aliados Keiko y compañía.
Así que por favor, no vengan a impresionar a la población “autoconstruyéndose” como los salvadores del Perú. La población está en la obligación de recordar el pasado de terror que vivió; pero, esto no puede ser usado por pequeños grupos políticos que sólo buscan legitimar la antidemocracia y así tener el camino despejado para volver a cometer cuanto crimen se les ocurra.
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