Caso La República: la prensa al servicio de la Web.
Advertir el Apocalipsis de la prensa (léase, periodismo serio) cada vez parece menos ilusorio. Ya es una realidad. Nadie duda que las últimas tendencias apuntan a una estrecha relación entre los formatos Web y las páginas impresas. También es cierto que la interacción redactor-lector es idónea para asegurar la lectoría. Sin embargo, cuando las redes de la mercadotecnia desplazan a la línea editorial, la situación, indudablemente, es de preocupar.
Desde el domingo 23 pasado, La República, uno de los diarios de mayor seriedad, lució una nueva apariencia: un rostro más juvenil, más dinámico, más Twitter, más superficial. La tipografía del encabezado se alineó a la izquierda, pero la posición del diario se desvió hacia la otra dirección. La Madre Patria que acompañaba al logotipo quedó atrás, como fondo, para cederle el sitial a modelos semidesnudas, futbolistas, a Magaly Solier o a Magaly Medina.
Si se hojea el interior, se observará que el estilo bloguero de la competencia (Perú21) se ha apoderado de sus líneas: rojos, azules, amarillos y verdes propios de decoración infantil han desplazado a la antigua diagramación. Estos rasgos rozarían lo anecdótico si no fuera porque las secciones Fama (espectáculos) y Entretenimiento han arrebatado su lugar a la ahora unitaria Opinión, que, por ende, ha perdido a sus eméritos columnistas.
Este abandono a lo formal sugiere dos conclusiones categóricas: o la alicaída lectoría ha obligado al Diario de Camaná a buscar nuevos públicos o, simplemente, la crisis económica les ha hecho lanzar su último manotazo de ahogado para seguir con vida. Alvin Toffler rezaba en su Shock del futuro que “adaptarse al cambio era la única clave para subsistir”; sin embargo, es casi un axioma que el as de espadas de un diario es su verdadera identidad. Esperemos que, por la salud de la prensa, La República no la pierda.
Advertir el Apocalipsis de la prensa (léase, periodismo serio) cada vez parece menos ilusorio. Ya es una realidad. Nadie duda que las últimas tendencias apuntan a una estrecha relación entre los formatos Web y las páginas impresas. También es cierto que la interacción redactor-lector es idónea para asegurar la lectoría. Sin embargo, cuando las redes de la mercadotecnia desplazan a la línea editorial, la situación, indudablemente, es de preocupar.
Desde el domingo 23 pasado, La República, uno de los diarios de mayor seriedad, lució una nueva apariencia: un rostro más juvenil, más dinámico, más Twitter, más superficial. La tipografía del encabezado se alineó a la izquierda, pero la posición del diario se desvió hacia la otra dirección. La Madre Patria que acompañaba al logotipo quedó atrás, como fondo, para cederle el sitial a modelos semidesnudas, futbolistas, a Magaly Solier o a Magaly Medina.
Si se hojea el interior, se observará que el estilo bloguero de la competencia (Perú21) se ha apoderado de sus líneas: rojos, azules, amarillos y verdes propios de decoración infantil han desplazado a la antigua diagramación. Estos rasgos rozarían lo anecdótico si no fuera porque las secciones Fama (espectáculos) y Entretenimiento han arrebatado su lugar a la ahora unitaria Opinión, que, por ende, ha perdido a sus eméritos columnistas.
Este abandono a lo formal sugiere dos conclusiones categóricas: o la alicaída lectoría ha obligado al Diario de Camaná a buscar nuevos públicos o, simplemente, la crisis económica les ha hecho lanzar su último manotazo de ahogado para seguir con vida. Alvin Toffler rezaba en su Shock del futuro que “adaptarse al cambio era la única clave para subsistir”; sin embargo, es casi un axioma que el as de espadas de un diario es su verdadera identidad. Esperemos que, por la salud de la prensa, La República no la pierda.
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