Periodismo de fiesta, periodismo en crisis.
1º de octubre: desde 1953, una honrosa efeméride y motivo de celebración –quizá excesiva- para este círculo de portavoces ciudadanos conocido como periodismo. Trabajadores sociales por definición, centinelas de la democracia, arquitectos de realidades, fiscales de la autoridad y soñadores de la verdad: profesionales de noble función y magra retribución.
Lamentablemente, la prensa honesta, honorable, fiscalizadora, periodística cada vez más se reduce a las fotografías de confraternidad o a los anaqueles archivísticos: otrora perseguida por el lumpen; hoy, por desgracia y salvo excepciones, cortejada por él.
Y ello ha quedado evidenciado en el último estudio del Instituto de Opinión Pública de la PUCP acerca de la situación actual de los medios de comunicación.
La muestra encuestada fue, por decir lo menos, contundente. Solo el 50% afirma confiar en el periodismo escrito; apenas el 59% califica como buenos los contenidos informativos de la radio y únicamente 30% el de la prensa; 72 y 74% de influencia del gobierno en televisión y periódicos, respectivamente; solo 7% ubica a noticieros como sus preferidos; 45% gusta más de la prensa popular-amarillista; 33% no confía en ningún presentador televisado; y, lo que es peor, 77% no respalda a los periodistas más representativos de periódicos.
Hay quienes reprueban la celebración de fechas conmemorativas para sustituirlas por un período de reflexión. Después de observar esta tendencia en la concepción de los públicos respectos de sus portavoces, solo resta humedecer las barbas y afirmar, con la frente inclinada y los ojos rebosantes, que la comparsa y el carnaval han enmudecido. Un respiro a quienes siguen en la brega.
1º de octubre: desde 1953, una honrosa efeméride y motivo de celebración –quizá excesiva- para este círculo de portavoces ciudadanos conocido como periodismo. Trabajadores sociales por definición, centinelas de la democracia, arquitectos de realidades, fiscales de la autoridad y soñadores de la verdad: profesionales de noble función y magra retribución.
Lamentablemente, la prensa honesta, honorable, fiscalizadora, periodística cada vez más se reduce a las fotografías de confraternidad o a los anaqueles archivísticos: otrora perseguida por el lumpen; hoy, por desgracia y salvo excepciones, cortejada por él.
Y ello ha quedado evidenciado en el último estudio del Instituto de Opinión Pública de la PUCP acerca de la situación actual de los medios de comunicación.
La muestra encuestada fue, por decir lo menos, contundente. Solo el 50% afirma confiar en el periodismo escrito; apenas el 59% califica como buenos los contenidos informativos de la radio y únicamente 30% el de la prensa; 72 y 74% de influencia del gobierno en televisión y periódicos, respectivamente; solo 7% ubica a noticieros como sus preferidos; 45% gusta más de la prensa popular-amarillista; 33% no confía en ningún presentador televisado; y, lo que es peor, 77% no respalda a los periodistas más representativos de periódicos.
Hay quienes reprueban la celebración de fechas conmemorativas para sustituirlas por un período de reflexión. Después de observar esta tendencia en la concepción de los públicos respectos de sus portavoces, solo resta humedecer las barbas y afirmar, con la frente inclinada y los ojos rebosantes, que la comparsa y el carnaval han enmudecido. Un respiro a quienes siguen en la brega.
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