15 de enero de 2010

Haití: el duelo perpetuo

El terremoto acaecido este último martes en Haití no solo nos muestra la ferocidad de la naturaleza hacia un territorio indefenso. Por el contrario, permite a la humanidad dejar al descubierto un país sumido en la miseria y el olvido. Haití es más que un país en ruinas, es un pueblo que ha vivido, a través de su historia, un duelo eterno.

Las cifras son alarmantes. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el otrora segundo país americano en conseguir su libertad y abolir su esclavitud, ocupa hoy el último lugar en calidad de vida en todo el continente y el puesto 148 a nivel mundial. La esperanza de vida no mayor a 57 años, el analfabetismo superior al 48% y el ingreso per cápita de 520 dólares anuales han determinado que este país sea hoy poco digno de albergar seres humanos.

Actualmente, la obligatoriedad de la enseñanza apenas alcanza lo que en nuestro país equivale a la educación primaria y, lo que es peor, las pésimas condiciones de los centros educativos la hacen imposible. A esto se le suma la desnutrición crónica que padecen 5 de cada 10 niños menores de 12 años. Y si le agregamos el desempleo que afecta al 80% de sus padres, la vida en Haití se hace insostenible.

Frente a esta desgracia, la situación se agrava aún más si se tiene en cuenta la ausencia de políticas gubernamentales que permitan soñar con alguna solución. Hoy el desastre ha permitido ver que, detrás de nuestros ojos ávidos por el desarrollo, existe un país que clama lacrimoso una ayuda internacional. Pero no solo una muestra de apoyo aparente y, sobre todo, efímera. Haití no reclama hoy migajas de solidaridad. Exige un brazo que le permita salir, por sus propios medios, de su incesante calamidad.

(*)Foto: ecodiario.eleconomista.com

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