21 de noviembre de 2010

La adolescencia es una etapa de crecimiento, una transición próxima a la madurez. Nadie puede negar que durante esta etapa las personas poseen mayor número de anhelos, sueños y ambiciones; pero, naturalmente, carecen de la instrucción moral y educativa suficientes para afrontar las tentaciones que continuamente se presentan en la sociedad. Y en muchos casos, es esta falta de instrucción la que genera la frustración de sus aspiraciones.

En nuestro país crece constantemente el número de personas que se inician sexualmente antes de alcanzar la mayoría de edad. En ellos, la falta de instrucción respecto a la vida sexual ha generado problemas como el embarazo no deseado, la transmisión de enfermedades venéreas y, lo que es más grave aún, el aborto, hechos que marcan sus vidas para siempre.

Es ante esta realidad que consideramos que la despenalización de las relaciones sexuales entre menores de edad no es una medida que contribuya a solucionar estos problemas ya existentes, sino todo lo contrario. Es una propuesta que contribuye a que los actos sexuales se realicen con el consentimiento de las autoridades, sin que éstas se preocupen por la preparación educativa y emocional que puedan tener estos jóvenes.

No se trata de repartir condones a diestra y siniestra, sino de establecer en los adolescentes una base educativa que sirva como guía al momento de tomar decisiones trascendentales (tan trascendental como lo es el inicio de la vida sexual), para que sus metas dejen de ser sólo sueños fáciles de ser frustrados y se conviertan en verdaderas convicciones.

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