Por Allison Alcázar
En el mundo se obliga anualmente a más de un millón de niños y niñas a prostituirse, infantes que son usados como mercancía de compra y venta con fines sexuales, y que en muchas ocasiones, se les emplea en la industria de la pornografía infantil. Este tipo de esclavitud llega a miles de países en el mundo; existen mafias que privan de la dignidad, de los derechos y de infancia a pequeños niños que caen en estas redes por diversos motivos: rapto, engaños, etc.
Sobre este tema no existen cifras exactas, las fuentes son tan clandestinas como las mismas prácticas. La ONU ha considerado que los países con mayores casos de explotación sexual son Argentina, Brasil, Sri Lanka, Chile y Cuba. Pero, el Perú no es ajeno a estas prácticas clandestinas, según estudios realizados por ONGs los lugares donde los menores son utilizados y manipulados sexualmente son saunas, bares o edificios.
La ONG peruana Acción por los niños denunció recientemente un aumento sustantivo de niñas en la calle que se prostituyen a vista y paciencia de las autoridades locales. El informe, elaborado por Acción por los niños recoge los testimonios de 45 niñas que ejercen la prostitución en 10 distritos de la capital peruana. Allí se da cuenta de la historia personal de las menores, sus opiniones sobre la realidad a la que han llegado desde muy temprana edad, a través de amigas que las convencieron de que era un “oficio fácil”, o, en otros casos, obligadas.
¿Quiénes son los culpables?
El individuo que busca tener relaciones sexuales con menores
El que crea mafias de prostitución infantil con el fin de lucrar
El gobierno con la política de inacción
El que ve, sabe y calla
Los menores que caen en manos de estas redes tienen pocas posibilidades de escapar. Si no son liberados por la policía pueden terminar siendo vendidos en el extranjero y no regresar jamás. Pueden convertirse en drogadictos o simplemente no volver a recuperar su estado emocional. Por ejemplo, un adolescente de 15 años que ha pasado por este problema tiene pocas posibilidades de recuperarse de los traumas psíquicos y físicos sufridos a una edad en la que el ser humano es tremendamente vulnerable.
En el mundo se obliga anualmente a más de un millón de niños y niñas a prostituirse, infantes que son usados como mercancía de compra y venta con fines sexuales, y que en muchas ocasiones, se les emplea en la industria de la pornografía infantil. Este tipo de esclavitud llega a miles de países en el mundo; existen mafias que privan de la dignidad, de los derechos y de infancia a pequeños niños que caen en estas redes por diversos motivos: rapto, engaños, etc.
Sobre este tema no existen cifras exactas, las fuentes son tan clandestinas como las mismas prácticas. La ONU ha considerado que los países con mayores casos de explotación sexual son Argentina, Brasil, Sri Lanka, Chile y Cuba. Pero, el Perú no es ajeno a estas prácticas clandestinas, según estudios realizados por ONGs los lugares donde los menores son utilizados y manipulados sexualmente son saunas, bares o edificios.
La ONG peruana Acción por los niños denunció recientemente un aumento sustantivo de niñas en la calle que se prostituyen a vista y paciencia de las autoridades locales. El informe, elaborado por Acción por los niños recoge los testimonios de 45 niñas que ejercen la prostitución en 10 distritos de la capital peruana. Allí se da cuenta de la historia personal de las menores, sus opiniones sobre la realidad a la que han llegado desde muy temprana edad, a través de amigas que las convencieron de que era un “oficio fácil”, o, en otros casos, obligadas.
¿Quiénes son los culpables?
El individuo que busca tener relaciones sexuales con menores
El que crea mafias de prostitución infantil con el fin de lucrar
El gobierno con la política de inacción
El que ve, sabe y calla
Los menores que caen en manos de estas redes tienen pocas posibilidades de escapar. Si no son liberados por la policía pueden terminar siendo vendidos en el extranjero y no regresar jamás. Pueden convertirse en drogadictos o simplemente no volver a recuperar su estado emocional. Por ejemplo, un adolescente de 15 años que ha pasado por este problema tiene pocas posibilidades de recuperarse de los traumas psíquicos y físicos sufridos a una edad en la que el ser humano es tremendamente vulnerable.