Una hija que anhela ser llevada al altar por su progenitor, un ex presidente que purga condena por delitos de lesa humanidad y un sistema penitenciario que pretende convertirse en hada madrina del cuento y salón de recepciones. Esta es la nueva novela que se vive en el acontecer nacional: el otrora mandatario, hoy condenado, Alberto Fujimori asistirá a la boda de la menor de sus herederas. Pero, ¿cómo? ¿No estaba preso?
Preso sí, pero con “buena conducta”. Para el premier Velásquez Quesquén esta es razón suficiente para que un hombre que dirigió uno de los gobiernos más corruptos de la historia del Perú se burle una vez más de la justicia y de los peruanos en un hecho que ha llamado “humanitario” y parte de una vida en democracia.
Por ello, este sábado 27 de febrero el sentenciado Alberto Fujimori podrá acudir, con permiso del Consejo Técnico del Establecimiento Penitenciario Barbadillo, al matrimonio religioso de su hija Sachi Fujimori Higuchi, en
Una prueba más de los excesivos privilegios que ostenta el líder del clan Fujimori y cabeza del movimiento Fuerza 2011, un hombre que en su improvisada cárcel de oro aún teje los hilos de la cara más sucia de la política demostrando que ni en prisión los hombres son iguales: mucho dinero los diferencia.
Por lo pronto, esperemos que este hecho no sea el primer eslabón de una cadena de prerrogativas para el prisionero más poderoso del país y que el “buen comportamiento” no signifique más fiestas, bodas, bautizos, quinceañeros o parrilladas. Igual, chicos de Castro Castro y Piedras Gorgas, ya están avisados.
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