Quedan apenas algunos momentos para dar por clausurada la Cumbre contra el cambio climático que se viene realizando en la capital danesa. ¿Cuánto se ha avanzado? Pues no mucho. El viejo dicho que “cada quien jala agua para su molino” hoy se evidencia de la manera más cruda; peor aún, si se trata de salvar la vida de nuestro planeta.
Es así que los representantes de varios de los países implicados en el problema de emisión de gases tóxicos a la atmósfera han manifestado, de manera muy superficial, su preocupación acerca de los perjuicios que puede ocasionar el cambio climático. Ahora bien, el tema económico fue lo primero que saltó a la vista. ¿EE. UU. Vs. China? Si, pero los demás también cuentan.
En la espera del presidente “gringo” Barack Obama y las reacciones del primer ministro chino Wen Jiabao, representantes de Francia, España y Brasil hacían llamados para lograr una conciliación entre las principales economías capitalistas y otras que han logrado emerger rápidamente. “Mi país no podrá aceptar un tratado que impida sacar de la pobreza a millones de personas”, fue la respuesta del primer ministro de la India, Manmohan Singh. De esta manera se venía desarrollando la cumbre.
Finalmente, a la llegada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, continuaron una serie de reuniones, supuestamente las decisivas, en las cuales China, India, Sudáfrica y EE. UU. pactaron crear un mecanismo para supervisar y verificar los recortes de emisiones en países desarrollados. “Un primer paso importante”, así calificó el acuerdo los voceros de la Casa Blanca. Los demás acuerdos, ayuda monetaria y compromiso en contra del incremento de temperatura, nada o muy poco representan.
¿Qué tan importante puede ser ese “primer paso” cuando el calentamiento global nos lleva kilómetros de ventaja? Pues no lo será mucho, el tiempo se acorta. Cuando exista una verdadera intención política de cambiar las cosas, lamentablemente, ni el dinero podrá salvarnos.